29 de noviembre de 2010

COSMOVISIÓN MAYA: LA HUELLA INDÍGENA

- Y a qué hora va a venir tu abuelo a tomar su atol?

Respetar las creencias aún cuando no se compartan, y rescatar la cultura maya de las garras del olvido. Sobre estos dos ejes ha girado el taller de cosmovisión que la Coordinadora Nacional Indígena y Campesina (CONIC) ha impartido en la comunidad de San Miguel Las Pilas, en el marco del programa Oxlajuj Tz'ikin y dentro de las actividades que engloba el proyecto de Fortalecimiento Comunitario. El encargado de facilitarlo ha sido don Mariano Sánchez, miembro del Consejo Maya Mam. Fue él quien compartió con los presentes la pregunta con la que arrancan estas líneas, en las que un hombre perteneciente a la religión cristiana cuestionaba la costumbre de las familias indígenas de dejar comida para alimentar el espíritu de sus muertos.

El paso de los años y la llegada de las distintas religiones han puesto la cultura maya a temblar. A quien antaño practicaba la medicina natural se le coloca ahora la etiqueta de 'brujo'. Quienes compartían con los suyos unos tragos de 'cuxa' (aguardiente; cuxa significa lo sagrado del agua) fueron marginados por los que tomaban cerveza apoyados en la industria del consumo. Y las lenguas indígenas quedaron envueltas en el tupido manto del español porque sólo servían para comunicarse con aquellos que las compartían. Los niños en la escuela no podían hablar el español, pero negaban una y otra vez haber crecido en otra lengua, negaban lo que eran por miedo a los estigmas. "Nos dolía que nos dijeran que éramos indígenas", dice don Mariano.

A día de hoy son 22 las lenguas mayenses que cuentan con reconocimiento oficial. Algunas, como el Mam, el Quiché, el Chuj o el K'anjobal, pueden escucharse en boca de las gentes de las comunidades que forman parte del Programa. Ellos no han dejado que se perdieran, enseñándolas de generación en generación, al igual que han ido pasando las ropas o los alimentos. Y es que aunque los trajes de los hombres se han perdido aquí, en las comunidades asentadas en la Costa Sur, las mujeres sí visten los huipiles y los cortes, y sujetan su pelo con vistosas pitas que las identifican como miembros de uno u otro asentamiento. También las comidas se han conservado. La preferencia por lo natural frente a lo químico ha hecho que la manera de preparar los alimentos y los alimentos mismos hayan sobrevivido al paso de los años.

En las casas indígenas es frecuente beber en una jícara, una pequeña vasija que se elabora con la cáscara de un fruto leñoso que lleva el mismo nombre. Cuentan en las comunidades que hace años, cuando una pareja acababa de casarse y no tenían nada, se partía uno de estos frutos por la mitad para hacer el plato y el vaso de la nueva pareja. A día de hoy se prepara para beber de él.

Recordar todas estas costumbres ha sido uno de los objetivos del taller de cosmovisión, en el que también se han puesto en común aquellas otras que se han ido perdiendo. Entre ellas, las ceremonias de pedir permiso a la Madre Tierra para sembrar y recoger las siembras, o cortar tres hojas de la milpa (maíz) y golpear suavemente las manos de los niños para que la cosecha fuese abundante. También se han quedado en el olvido los remedios naturales para hacer frente a las distintas enfermedades, y las comunidades están ahora recuperando sus altares. Por todo ello, este ha sido sólo el primero de una serie de talleres en los que las generaciones de ahora conocerán las tradiciones de sus antepasados y decidirán si quieren practicarlas y conservarlas o encerrarlas para siempre en el baúl de los recuerdos.

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